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viernes, 13 de abril de 2012

Cómo convivir con una bestia

"La cabra" de Edward Albee habla de cierta ferocidad de los vínculos familiares

Ficha técnica:
"La cabra" (The goat or, who is Sylvia?) de Edward Albee, en versión de Fernando Masllorens y Federico González Del Pino. Dirección: Julio Chávez. Diseño de escenografía y vestuario: Jorge Ferrari. Iluminación: Matías Sendón. Música: Diego Vainer. Actores: Julio Chávez, Viviana Saccone, Vando Villamil y Santiago García Rosa. Tabaris (Corrientes 831).

El estadounidense Edward Albee es un viejo conocido del público porteño. Su "Historia del zoo" vuelve una y otra vez a escena y entre otras piezas, de él se vieron "¿Quién le teme a Virginia Wolf?" y "El juego del bebé".

"La cabra" que se estrenó en los Estados Unidos en 2000 y en 2002 ganó el premio Pulitzer, va mucho más allá en su intención de referirse a lo que le ocurre a un hombre, cuando un día en el campo, descubre a una cabra y se enamora de ella, despertando la sinrazón en los más cercanos: su mujer, su hijo adolescente y su amigo de la infancia.

Como en la mayoría de sus obras, Albee se empeña y se obsesiona en iluminar las zonas más oscuras del ser humano, la pareja, los hijos y lo que cada uno de ellos es capaz de provocar y padecer.

HUMOR ESPECIAL

El humor corrosivo, irónico, absurdo, de Edward Albee adquieren sus más "feroces" matices en "La cabra", porque en ese texto, como en ningún otro, el autor abre un contundente interrogante: si después de consumarse una venganza, todo puede volver a la normalidad.

Charlie, el protagonista, es un arquitecto premiado y según dice está muy enamorado de su mujer. El matrimonio tiene un hijo adolescente al que adoran y el cuarteto se cierra con Axel, un conductor y productor de televisión.

Lo interesante, de un autor tan lúcido e inteligente como Albee, es que su texto supera lo anecdótico del caso. Porque entre los interrogantes que abre el autor, está el de qué ocurre en un grupo familiar, cuáles son los verdaderos afectos y la comprensión que los unen, para que a partir de la inserción de un "objeto extraño", incomprensible, para ese núcleo social, todo se desmorone de inmediato, ¿por qué no se pueden sentar a dialogar sin violencia?.

LA ANIMALIDAD

El cierre de la pieza, deja en claro que la animalidad, que es capaz de poseer al hombre en su sed de venganza, aceptémoslo o no, es equivalente al de la bestia. En tanto que el personaje del conductor de televisión, representa a ese sector al que en definitiva no le importa lo que se haga, sino que los demás se enteren del hecho.

Con estos elementos Julio Chávez, desde la dirección se apoyó en una puesta en escena líneal, estática, de escasos desplazamientos, con excepción del papel de Julia, la que en el final desnuda su costado más primitivo, al sentirse herida no solo como ser humano, sino también como mujer.

Con un cierre algo precipitado, a la versión local le falta, en algunos tramos, una mayor fluidez en las palabras, lo que por momentos provoca en los actores unos silencios innecesarios.

No le fue fácil al equipo actoral desenrredar el vacío existencial que une a estos personajes ideados por Edward Albee. Desde ese punto de vista cada uno -Julio Chávez, Viviana Saccone, Vando Villamil y Santiago García Rosa- toca una fibra distinta, que va desde el desconcierto a la duda, la violencia y la angustia que cada uno pone a la vista en su justa intensidad.

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