Este blog busca unicamente promocionar la figura de Vivi, una excelente actriz y una persona maravillosa a la que vale la pena conocer..




domingo, 27 de mayo de 2012

Albee o la ética del propio deseo


En su visita a la Argentina, el gran filósofo francés Alain Badiou, citando a Sócrates, sostuvo: "Quien no empieza por el amor no sabrá nunca lo que es la filosofía". Y agregó que en el amor se experimenta la verdad de la diferencia. ¿Pero de qué diferencia hablamos cuando un hombre se enamora de una cabra? Eso ocurre, precisamente, en La cabra o ¿Quién es Sylvia?, obra del dramaturgo norteamericano Edward Albee, el autor de Historia del Zoo y ¿Quién le teme a Virginia Woolf? Para Julio Chávez, un actor excepcional, no hay metáfora. La cabra es la cabra y lo insoportable es que un hombre pueda enamorarse de una cabra. Para el espectador no es así. El título de la obra de Albee ya ofrece una pista: ¿quién es Sylvia? Charlie, el protagonista, llama Sylvia al animal de sus desvelos amorosos. Le da un nombre de mujer, como si buscara atemperar el impacto de su deseo.
En la lograda puesta en escena del mismo Chávez, Julia, la mujer de Charlie -excelente trabajo de Viviana Saccone-, le arroja a su marido todo lo que tiene a su alcance. El escenario del teatro Tabarís se convierte en un campo de batalla. El personaje no sabe que el amor siempre es un escándalo. Desconoce que el amor detiene la circulación de las cosas. Acierta George Sand cuando afirma: "No hay criatura humana que pueda dar órdenes al amor".
Es evidente que Albee no habla de un hombre que se enamora de una cabra; se refiere, más bien, a un hombre que se enamora y tiene la valentía de decirlo. La cabra es una excusa para referirse a la singularidad del amor. El enamorado no piensa de manera convencional. Sus pensamientos tejen otras redes. Esas redes no siempre son las mejores. La literatura abunda en ejemplos de amores contrariados. En el capítulo XIV del Quijote, Crisóstomo, enamorado de Marcela, se suicida por la indiferencia de ella. Pero el enamorado no necesariamente contempla los deseos de su amada. La obra de Albee habla del impulso amoroso, más que del amor. Pone al descubierto ese primer momento de locura apasionada, de suspensión del mundo real y de espera que se hace interminable. La espera tiene que ver con la mirada del otro. El enamorado sueña con que el otro le corresponda. Es cierto que Julia, como cualquier mujer, hubiese preferido, dentro de su drama, que al menos su marido se enamorara de alguien de su misma especie.
Pero la cabra es lo que una sociedad disciplinada no soporta de la figura del enamorado. El enamorado parece atacado por una extraña peste. El entorno lo mira con desconfianza y las reacciones que provoca pueden ir del rechazo a la envidia. Un cuerpo enamorado es siempre un cuerpo distinto. Es un cuerpo deseante. Las sociedades más represivas siempre intentaron condicionar al amor. Pero el vínculo imaginario que supone ese sentimiento ha demostrado tener más potencia. Cuando Sófocles escribe "amor invencible al combate" alude a ese momento donde el hombre es capaz de traspasar los muros más altos para alcanzar el objeto amado. Y el objeto amado no es lo que los otros quieren. Es el producto de la ética del propio deseo. La cabra de Charlie es lo que el espectador quiere que sea. Y podemos preguntarnos, ¿quién no ha tenido una cabra en su vida? Y hasta podemos afirmar que sin lo que la cabra significa no hay una vida verdadera.

“No estoy pendiente de que el culo se caiga”

Estuvo siempre asociada a los culebrones, pero desde que protagonizó Montecristo y ganó un Martín Fierro como mejor actriz, su carrera dio un vuelco. El peso de la edad, las fantasías masculinas y sus ritos pueblerinos.

Tiene razón Julio Chávez al contar que Viviana Saccone hace de lo incómodo algo cómodo. Después de trabajar con ella en El puntero, la serie de El  Trece de 2011, y este año compartir el escenario y dirigirla en La cabra en el Tabarís, la mirada del actor y director  no sólo resulta certera en el ámbito artístico. Apenas en una charla, Saccone te la hace fácil porque responde fácil, no se enreda en explicaciones, sabe marcar el límite sin ponerse quisquillosa y deja en claro que está hecha de la más compleja y acabada sencillez. Si se le pregunta cómo fue manejando su cambio de imagen, los papeles que aborda, de qué manera pasó en los últimos años a cargarse al hombro a muñecas bravas como la Rebeca Díaz Pujol que interpretó en Lobo (lo mejor junto a Osvaldo Laport de la agonizante telenovela de Pol-ka), ella no negará la apreciación en un mar de indefiniciones sino que recoge el guante y responde: “No es algo que me propuse. Me parece que son cosas que fueron llegando de productores o directores que por ahí vieron que yo sí podía hacer eso. Creo que tiene que ver con las propuestas y oportunidades que fueron apareciendo, va más por ahí. No percibo un cambio sino cierto encasillamiento que a veces padecemos los actores. Entonces, haber convocado a Osvaldo (Laport) para hacer un hijo de puta en Lobo está bueno. Porque la lógica indicaría que siempre lo iban a llamar para hacer el muchachote, el galancete y no se la juegan para ver qué pasa con otra cosa”, analiza la heroína de tiras como Más allá del horizonte (1993), Por siempre mujercitas (1995-6), Hombre de mar (1997), Franco Buenaventura, el profe (2002), Montecristo (2006), Alguien que me quiera (2010) y Herederos de una venganza (2011).

Cuando Cecilia Roth abandonó a principios de febrero los ensayos de La cabra o ¿quién es Sylvia?, la obra de Edward Albee, para filmar con Pedro Almodóvar, Chávez pensó en ese modo de resolver conflictos que tiene Saccone, a quien, antes de El puntero, ya había visto trabajar en En la cama, de José María Muscari (donde además hacía un topless). Dos meses más tarde, con Vando Villamil y Santiago García Rosa, estrenaban en el Tabarís (Corrientes 831). “Es la obra que transito con más facilidad en el escenario. No sé bien, exactamente, a qué se debe pero los sábados, que hacemos dos funciones, se me pasa rapidísimo. Tengo tres cambios y una vez que arrancamos, de pronto me encuentro con que estoy haciendo el último cambio y salgo al escenario; la verdad, no me cuesta para nada. Si bien tiene un esfuerzo físico y mucha tensión, se me hace liviana. Hay algo en el viaje que nos propone esta obra y este autor que hace que sea todo muy llevadero”, cuenta la intérprete de Julia, una ama de casa para nada desesperada.  

En escena, vemos una familia perfecta, exitosa y sin fisuras donde algo inimaginable irrumpe: el marido, Charlie (Chávez), que nunca fue infiel, se enamora de una cabra. “A veces nos sorprende pero el público se ríe mucho y hasta en el final, que es de tragedia griega; creo que es producto de los nervios. Estos personajes en apariencia tan perfectos, que constituyen una familia en apariencia tan perfecta y todo se desmorona, todo con un hecho simple. Un hecho en nuestra vida siempre tiene consecuencias; a veces más drásticas y a veces, menos. Pero, de pronto, puede suceder algo que haga que la vida de esas personas cambie para siempre”, reflexiona.

–¿Nos reímos de lo intolerable?

–Cuando leí la obra, también me reía. Los diálogos de Charlie con su amigo y con su mujer me hacían reír mucho. Era absurdo poder plantear con seriedad todo lo que le estaba pasando a este señor. Eso es parte de la inteligencia del texto, porque uno se puede quedar con el cuentito de que este señor se enamoró de la cabra y cómo se lo cuenta al amigo y cómo lo recibe la mujer. Uno puede quedarse con esa historia, que es lo que más risa da, o ver los subtextos, de cuántas otras cosas habla.

–Tu personaje no lo puede perdonar.

–No lo puede digerir, ni aceptar, ni procesar y casi que la lleva a la locura esta información. Para él también era inimaginable vivir algo así, pero le pasó y se lo permitió, sin pensar en qué podía pasar después.

–Con Chávez trabajaste en televisión y ahora en teatro. ¿Cómo es como director?

–Como compañeros en el escenario, el proceso fue sumamente amoroso, llevadero. Lejos de tener nervios o tensión, Julio es quien siempre pone el manto de piedad cuando alguno se equivoca: “No, tranquilos, estamos probando, esto va in crescendo, hicimos una función hermosa, confíen, tranquilos”, nos dice. Es muy protector y muy generoso. En lo personal, siento que me ayudó a buscar en zonas no habituales. Me dieron el texto, lo leí pero a las dos semanas, en el proceso, me fui corriendo de todo lo que yo había preconcebido que le debería pasar a esta mujer. Pero todo de una manera muy lúdica, de juegos teatrales, digamos. Y muy fácil, él dice: “Yo uso todos los elementos que se me ocurren. Si estoy en una cocina, para cocinar uso desde la cuchara hasta este palito que me gusta. Eso me sirvió para revolver”.

–¿Te gusta o te cuesta dejarte llevar?

–Soy una actriz a la que le gusta mucho eso. Es lo que más disfruto porque siento que es la manera de sacarse las máscaras propias, la macchietta, porque uno va armando determinados procedimientos que, inconscientemente, te van resultando más cómodos.

–¿La televisión lleva a eso?

–Creo que sí, que lleva mucho a eso. Tiene cosas muy positivas también, porque tiene una rapidez, una impronta casi voraz que te hace resolver. Lo complicado es si uno se queda en esa comodidad y es lo que no quiero que me pase. Estoy atenta, y por eso me gusta muchísimo que me dirijan. La mirada del otro es fundamental para mí: “Probá de nuevo, vamos con otra cosa, desarmá todo eso”, me aconsejo siempre.

Además de probar en escena, Saccone comenzó el año pasado con otra actividad que no había practicado antes: la docencia. “En zona norte, en el espacio de una amiga donde funciona un salón cultural, doy clases de teatro a adultos. Tengo una alumna de 86 años, Matilde, ¡una grossa!”, cuenta.
También, próximamente le gustaría trabajar más cine. En 2011 filmó Una mujer sucede, ópera prima de Pablo Bucca que tuvo muy buenos comentarios en los festivales y se estrenaría en octubre, y también Santiso, una película de ciencia ficción en 3D, de Brian Maya. Confiesa que entre los directores con futuro, le encantó Nicanor Loreti, el autor de Diablo, ganadora del último Festival de Mar del Plata.

–¿Sabés que para los hombres muy jóvenes sos una “MILF”?

Saccone queda perpleja. “No tengo ni idea” –se desconcierta y espera una explicación.

–Significa “Mother I ‘d like to fuck”.

–(Jajajajá) ¡Está bueno eso! Me gusta.

–¿Sos consciente de que desde hace un tiempo estás más atractiva?

–¿Cómo decir esto sin quedar pedante? Pero sí, yo me siento mejor ahora que cuando tenía 20, quizás por una cuestión de seguridad. Soy de pueblo y llegué a la gran ciudad y me daba miedo todo. Entonces sí, siento que estoy creciendo bien y espero seguir en ese camino. Tiene que ver con la aceptación de las cosas que van pasando, de los cambios que vas teniendo en la piel, las arruguitas, de que el culo se caiga.

–¿Estás muy pendiente de ese tema?

–Cero. No, nada. Me cuido mucho con comer sano pero por una cuestión de gustos. Y quiero empezar a hacer yoga, ahora que terminé con la tira voy a caminar, hacer cosas que me hagan sentir bien, pero por una cuestión de salud, porque salud es belleza. Desde ese lugar siento cómo me van pegando bien los años; de joven, no me cuidaba nada, vivía haciendo dietas, comía mal, mucho, hamburguesas todos los días.

–¿Te resulta difícil la cuestión de la edad a medida que aparecen figuras jóvenes? 

–A mí, no. Porque depende de cuál es tu objetivo. Si quisiera ser protagonista de novelas, claro, me va a pesar que aparezca una actriz como Vanesa González con una cara hermosa, 20 años y, encima, recontra buena actriz. Sí, ahí me va a joder. Pero la verdad es que me encanta que aparezca una actriz así para ocupar ese rol. Yo no puedo ocuparlo ya. Mi objetivo en la vida, y en la profesión, no es ser la eterna pendeja. Quiero ocupar el rol de la mamá, el de la abuela y los que vengan. Hay lugares para actrices de todas las edades y quiero seguir siendo actriz y haciendo los personajes que sean acordes a mi edad.

–¿Encontrás muchas diferencias entre los inicios de tu carrera y cómo se da ahora?

–Me parece que cambió mucho. Hoy es predominante el tema de la fama, el querer ser famoso a cualquier precio y no importa para qué o para mostrar qué. De todos modos, en el ambiente donde yo me muevo no veo tanto eso porque me relaciono con actores que, en mayor o menor medida, tienen experiencia o están dando sus primeros pasos pero vienen de estudiar o han estudiado poco pero tienen condiciones. El camino corto se ve mucho hoy en la tele.

–Varias veces dijiste que cada paso te costó mucho esfuerzo.

–Sí, totalmente. Empecé gracias a que quedé en el casting de Clave de sol (1988) y, a partir de ese programa, me fueron llamando para otros. Y fui laburando, pero no siento que haya sido como, digamos, “apañada”; no fui la chica que hace un programa y “boom”. Tendrá que ver con el carisma que uno pueda tener o con el escándalo que uno pueda armar o hasta con el interés que uno puede provocar. Hay gente muy talentosa que vende y otra que no. Es parte del negocio y lo entiendo, perfectamente.

–¿Viajás cada tanto a Jeppener?

–Siempre. Toda mi familia sigue ahí.

En esa localidad de 2.300 habitantes, perteneciente al partido bonaerense de Brandsen, nació Saccone y ahí vivió hasta que empezó a trabajar y pudo mudarse. El primer año de su Verónica en Clave de sol lo grabó recorriendo, cada día, los 80 kilómetros que separaban su hogar de canal.

–¿Cómo ves hoy la ciudad desde allá?

–Buenos Aires es siempre un quilombo, pero la mirada cambia y tiene que ver con un ciclo que uno da en la vida. Cuando era adolescente y venía a Buenos Aires, me fascinaba. Y, evidentemente, tenía que ver con algo que anhelaba: el venir para probar suerte. Ahora, que ya pasé los 40, de nuevo necesito la cosa del pueblo, la tranquilidad. Por algo vivo lejos, en Escobar, y prefiero viajar pero estar en un lugar tranquilo.

–¿Te quedó alguna costumbre de Jeppener?

–El ritmo. No es acelerado y no pude acelerarlo nunca. A la mañana necesito una hora tranquila, con mi mate, el desayuno, bañarme. No puedo eso de cafecito y rajo. El ritmo es lo que más de pueblo tengo.






Chávez y Saccone forman un dúo sin fisuras en "La Cabra"


Julio Chávez se luce en su doble rol de actor y director gracias a la brillante e impecable actuación de Viviana Saccone, que lo sabe acompañar en todo momento y no desentona.
"La Cabra" narra la historia historia de amor de un hombre de familia que se enamora de ese aninal.



Pensar que Julio Chávez estuvo a punto de bajarse de “La Cabra” porque Cecilia Roth abandonó el proyecto para irse a filmar con Pedro Almodóvar. Pero la llegada de Viviana Saccone hizo que volviera a apostar por esta obra de teatro y hoy Chávez se luce en su doble rol de actor y director gracias a la brillante e impecable actuación de Saccone, que lo sabe acompañar en todo momento y no desentona. Entre los dos armaron un dúo sin fisuras.

"La cabra", reconocida obra del dramaturgo estadounidense Edward Albee, narra la historia de Charlie (Chávez), un arquitecto que acaba de ganar algo así como el premio Nobel a la arquitectura y que está viviendo junto a su mujer Julia (Saccone) y su hijo adolescente, Willy (García Rosa) un momento de pleno éxito y armonía... hasta que atraviesa una experiencia amorosa inusual. Charlie le confiesa a su amigo Axel (Vando Villamil) que ¡está enamorado de una cabra!

El drama es presentado en forma de comedia. La profundidad de la obra se plantea a través de este hombre que se enamora de un animal y en cómo los demás se creen con derecho de juzgar, cuestionar y tratar de solucionar su “problema”.

La Cabra incluye algunas de las escenas potencialmente poderosas. Hay dos momentos extraordinarios hacia el final que perturban, un beso entre el padre y el hijo y otro en el que se describe a un hombre con un bebé en su regazo, situación que lo erotiza.

Una trama bien redactada e increíblemente oscura, un tema difícil como la zoofilia fue manejado con gracia, empatía, y sofisticación, pero no es una obra ligera. No hay bien o mal en esta historia sobre el amor y las muchas formas que puede tomar, y la ambigüedad moral de la misma es lo que la torna fascinante.

La tragedia, como nos dicen a menudo, es la muerte: un imposible en una época que cree que todos los problemas son socialmente remediables. Sin embargo, de Edward Albee con valentía desafió las convenciones de redacción de un Edipo de la sociedad de la abundancia que, lo deja a uno emocionalmente destrozados. 

Nunca se define exactamente la fuente de la infelicidad que motiva a Charly. Si la bestialidad es también una metáfora de otras formas de sexo condenadas socialmente, como el incesto o la pedofilia, nunca se aclara si ¿no es la falta de consensualidad lo que nos pone los pelos de punta moralmente?

Chávez logra con fuerza transmitir la mezcla de la pasión incomunicable y la pedantería verbal. Él está en un mundo donde no hay reglas y donde él es atormentado por un amor de "un tipo inimaginable".
LA CABRA se presenta los miércoles, jueves, viernes y domingos a las 20.30, y los sábados a las 20 y a las 22.30 en el TEATRO TABARIS.

domingo, 6 de mayo de 2012

Viviana saccone personifica a la esposa engañada en "la cabra"


Buenos Aires, 4 de mayo (Télam).- 

La actriz Viviana Saccone se convierte en Julia durante las funciones de la obra teatral "La Cabra", que protagoniza junto a Julio Chávez, donde personifica a una mujer atravesada por el drama de ver derrumbarse su vida casi perfecta al enterarse de que su marido está enamorado de una cabra.
Saccone, en charla con Télam definió a su protagónico como “una mujer parada más allá del enojo, en el límite de la incomprensión y esto la lleva a volverse completamente loca”, afirma quien dejó la tira "Lobo" (El Trece) para dedicarse por completo a Julia, su personaje teatral.
Muchas veces escuchamos ‘si tu marido te abandona por otra es posible dar pelea, pero si te deja por otro… ¿Qué hacés?’, y en este caso Julia es engañada con una cabra, por ende no tiene punto alguno para poder competir”, detalla sonriente.
La actriz nació en la localidad bonaerense de Brandsen y “como soy de campo, estas cosas allí suceden, nadie se las cuestiona, pero son hechos aislados con otro contexto, en la obra mi marido se reconoce como enamorado del animal y afirma querer a las dos”.
Para ella trabajar con Julio Chávez en su doble rol de director y coprotagonista “es un lujo, disfrutamos mucho de cada función y dadas las características que tiene la obra, ninguna noche es igual a otra, a veces hay risas y en otras ocasiones reina un silencio incómodo”.
“En ‘La Cabra’ tengo dos hijos, el biológico y mi esposo arquitecto quien funciona como una suerte de chico grande y soy como su asistente personal, algo frecuente en el mundo del arte donde muchas veces hay varones sostenidos y ordenados por sus mujeres”, concluye. 

martes, 1 de mayo de 2012

Obra: "La cabra" con Julio Chávez y Viviana Saccone


Miércoles, Jueves y Viernes 20:30 hs 
Sábados 20 y 22:30 hs || Domingos 20 hs. 
Teatro Tabaris - Av. Corrientes 831 

La obra escrita por Edward Albee (creador en los '60 de la ganadora del Tony ¿Quién le teme a Virginia Woolf?) cosechó premios desde su estreno en New York en el año 2002. Desde entonces se ha representado a lo largo y ancho del orbe, y finalmente llega a la cartelera porteña con una versión impecable de Fernando Masllorens y Federico González del Pino. Julio Chávez se puso a sus espaldas la obra: tanto la dirección como el rol protagónico están a su cargo. 

Estructurada como una tragedia griega (todo sucede siguiendo una unidad de espacio, tiempo y acción) La cabra, plantea un juego permanente entre lo literal y lo metafórico. Charlie es un arquitecto famoso, acaba de ganar un premio muy prestigioso, su adorable esposa Julia lo ama (Viviana Saccone), su hijo lo tiene como modelo a seguir (Santiago García Rosa). La mañana en que su mejor amigo (Vando Villamil) le va a realizar una entrevista sobre su extraordinaria vida, él decide confesar que por primera vez le es infiel a su mujer, que se siente como nunca antes con esta nueva amante...quien resulta ser nada más, ni nada menos, que una cabra (literalmente). Su amigo, preocupado, le envía una carta (género literario) a su esposa Julia, quien también literalmente destruye el living donde transcurre la escena (metáfora visual de la destrucción de la familia). 

En los diálogos, en ese relato desdoblado (Charlie hablando con su amigo y luego con su mujer) las palabras tienen un peso fundamental: los conceptos de perfección y extraordinariez que tanto se mencionan, resuenan de manera diferente en el personaje de Charlie tras haber conocido el amor de Sylvia (la cabra), amor que él siente perfecto y extraordinario, como su vida en familia lo eran hasta el momento. 

El espectador es llevado durante la primera media hora a sentir una inmediata identificación con el personaje haciéndolo partícipe en cierta forma de la cotidianeidad e intimidad de su hogar, para luego ser descolocado, traicionado, provocado por este amor que se concibe como un imposible. Es trabajo del espectador, entonces, en medio de tanta literalidad, construir ese sentido metafórico acerca de quién es Sylvia.