Este blog busca unicamente promocionar la figura de Vivi, una excelente actriz y una persona maravillosa a la que vale la pena conocer..




viernes, 13 de abril de 2012

"LA CABRA": OSCURA JUSTIFICACION DE LAS PASIONES HUMANAS

Julio Chávez y Viviana Saccone son los protagonistas de "La cabra... ¿o quién es Sylvia?", una incómoda pieza del estadounidense Edward Albee en la que se tocan elementos del espíritu humano con inusual rudeza.

Charlie (Chávez) es un arquitecto que a los 50 años se encuentra en la cúspide de su reputación profesional, vive en aparente felicidad con su esposa Julia (Saccone) y alardea con que a esa edad su raciocinio decae, supuesto Alzheimer mediante.

Lo que realmente sucede -y se plantea a poco de empezada la pieza- es que el hombre se ha "enamorado" del animal del título y la aceptación natural de ese sentimiento ha vuelto un tanto frágil, caprichosa, su conducta hogareña.

El arquitecto y su mujer se muestran como personas modernas y comprensivas que aceptan la posible homosexualidad de su hijo adolescente (Santiago García Rosa) y tienen un amigo (Vando Villamil), que es el delator que desata el drama.

Edward Albee (Washington DC, 1928), considerado un pilar de la dramaturgia estadounidense del siglo XX, había enfocado el tema de la homosexualidad en su primera obra, "Historia del zoo", y desatado el escándalo en la década del 60 con "¿Quién le teme a Virginia Woolf?", obra claustrofóbica y de un lenguaje fuerte como hasta entonces no se había usado.

Escándalos así ya son imposibles en tiempos en que la televisión y el periodismo amarillo galvanizaron la sensibilidad de sus consumidores, al tiempo que consagran al sexo, sin ninguna carga de conciencia, sólo como un valor de cambio.

Lo que le pasa al arquitecto podría encausarse a través de la psiquiatría, y la primera deducción que asalta al espectador es que Albee traza una metáfora sobre una sociedad que se descompone, aunque luego le entre la duda de que se trate de un manifiesto pansexual desaforado.

Al cabo se verá que el estadounidense, ganador del Tony y numerosos premios tras el estreno en Nueva York hace diez años, está lejos del absurdo que importó de Europa en sus primeras obras y que se vuelca a lo expositivo con un naturalismo absoluto.

El asunto había sido tratado en solfa en una vieja película de Woody Allen y también en la nacional "Animalada" (2000), de Sergio Bizzio, aunque en ambos casos el objeto de deseo era una oveja, que como tercera en discordia podía destruir una familia.

El problema de la obra es que Albee niega los efectos de causa y consecuencia: si bien en el primer acto la pareja discute civilizadamente el "capricho" del hombre es porque la mujer supone que sólo se trata de una broma.

En el segundo la cosa empeora porque no se puede soportar una escena dramática con tanta agresión y desatinos de justificación sin que se llegue a una violencia física que sólo se produce con la rotura de objetos y la demolición de una biblioteca (algo parecido al final de "Un dios salvaje").

El tercer acto va más allá porque si bien la destrucción de la vivienda -quizá como metáfora- quedó atrás, la oscuridad crece y se ahonda en dichos y acciones que ya no causan las risas nerviosas del principio.

Ciertos pasajes de "La cabra" son tan explícitos y con sensación de impunidad que hacen que "La filosofía en el tocador", del Divino Marqués, parezca el ejercicio literario de un colegio de monjitas.

Hay una suerte de pornografía conceptual enunciada en un supuesto liberador que no sólo abarca descripciones detalladas del sexo con animales, sino que se enfila directamente hacia el incesto y la pedofilia como hechos justificables.

Eso forma parte de la aridez de la obra, ya que Albee se dedica a promover acciones que no sólo entran en el terreno del tabú, rechazadas por morales y éticas, sino también en el del delito penado por la ley.

Es formidable la actuación de Chávez, que logra hacer verosímil una criatura que a otro actor podría habérsele ido de las manos, lo mismo que la de Saccone, sensible, equilibrada e intensa en su fineza.

El error de Chávez como director es haber fijado demasiado su atención en la pareja central y desguarnecido al casi siempre eficaz Villamil y al promisorio y sensible García Rosa, que en el tercer acto se ven inseguros y huérfanos.

"La cabra... ¿o quién es Sylvia?" se ofrece en el teatro Tabarís, Corrientes 829, de miércoles a viernes y domingos a las 20.30 y sábados a las 20 y 22.30.

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